Hoy es día de expedición, veo las caras de mis feligreses, Llenas de tristeza y amargura. Se despiden los unos con los otros como si fuera la última vez que se verán, puede que sea el caso.
Siempre, en cada expedición, desde que tenemos
sentido de nuestra historia, uno de ellos no vuelve; mueren aplastados,
calcinados devorados o simplemente desaparecen, es como una maldición.
Mirando la cara de mis seguidores puedo recordar
un poco el pasado, yo también participaba en ellas.
Cuanta
gente habré visto morir en ese lugar donde reinan las tinieblas, donde el poder
de nuestro dios no llega.
La vida en los túneles es dura
¡Es
necesario hacerlo!
Si no lo hacemos mi gente morirá. Qué ironía,
para sobrevivir alguien debe morir, como si se tratara de un intercambio.
-A nuestro Dios, la luz que cubre el mundo, no
le gustara verlos llorar ¡Sean agradecidos! Él nos ha dado una oportunidad de
mantenernos con vida a pesar del peso de nuestros pecados, una vida es un
precio pequeño comparado con el hecho de tener un futuro en sus tierras-
Después de terminar mi discurso miro una vez más
sus caras, están furiosos, me miran con odio.
De pronto siento algo enterrándose en mi
espalda, me doy la vuelta, una mujer y un hombre ya mayores sostienen un
cuchillo ensangrentado.
-¿Madre… padre…?-
Finalmente despierto, solo era un sueño, tiene
sentido, hace mucho que dejamos la vida en los túneles, al igual que mi rol
como guía y líder.
Hace
mucho que mi pueblo me dio la espalda.